martes, 5 de mayo de 2009

Sueños, pesadillas y deseos

Cuando era pequeña había un par de sueños y otro par de pesadillas que se repetían constantemente. A veces soñaba que cerraban El Corte Inglés, y que me quedaba dentro. Apagaban todas las luces y no quedaba nadie nada más que yo, y podía recorrer todo el edificio y me podía quedar con todo lo que quisiera sin tener que pagarlo.

También soñaba que volaba, y además lo hacía de una forma bastante curiosa: volaba a braza, como cuando uno nada. De pié, en el suelo, empezaba a agitar los brazos y las piernas muy fuerte, como cuando uno se mantiene en la piscina en el mismo sitio con brazada de braza y patada tipo rana. Conseguía elevarme unos tres metros del suelo de forma que nadie me podía tocar, a veces incluso cinco metros o más, y me movía a mi aire por encima de las cabezas de los demás. Un día conseguí volar de verdad, pero con un parapente. La fiebre voladora me duró unos años. Años de enganche total en los que sólo pensaba en volar, mirando a las nubes todo el día y midiendo la velocidad del viento. Así estuve unos años hasta que, de repente, un día me dio miedo, mejor dicho, pánico, así de repente y dejé de hacerlo. Entonces empecé a correr, con los pies en la tierra, y volví a soñar que volaba. En mis sueños sigo volando a braza.

Debía tener cuatro o cinco años cuando tenía una pesadilla que también se repetía. Soñaba que me aplastaba un libro muy grande, muy grande. Me despertaba llorando y le suplicaba a mi madre que se llevara las guias de teléfono. Las de Madrid siempre han sido muy gordas. Por eso digo que debía ser yo muy pequeña, porque asociaba ese libro grandote que me aplastaba con una guía telefónica.

Había otra pesadilla que me agobiaba mucho. Yo estaba en una habitación cuadrada, sin muebles ni puertas ni ventanas. Caía un hilito de arena que poco a poco iba llenando la habitación y me asfixiaba. Y me asfixiaba de verdad y no podía respirar hasta que me despertaba.

Me resulta curioso que entre los miles de sueños y pesadillas que he tenido a lo largo de mi vida, hayan sido éstas las que se han quedado en mi memoria perfectamente grabadas como si me hubieran ocurrido ayer. De las demás, no me acuerdo.

Ahora desearía poder dormirme y ni soñar ni tener pesadillas. Me gustaría despertarme cuando ya haya pasado todo. Cuando ya esté hecho todo lo que tengo que hacer y cuando ya haya sentido lo que me queda por sentir. Reconozco perfectamente, quizás por las pesadillas que se me quedaron grabadas, la sensación de carga, la de asfixia y las ganas de salir volando.

1 comentario:

inma dijo...

TE MANDO UN ABRAZO DE LOS QUE CRUJEN...

CUIDATE